No lo dejes para después: cáncer de colon y recto.
Actualmente el cáncer colorrectal ocupa a nivel mundial la tercera causa de cáncer en la población en general, llegando a estar en países desarrollados en el segundo lugar de todos los cánceres en ambos sexos. El aumento alarmante en la incidencia apunta a condiciones asociadas a nuestra época como sedentarismo, obesidad, tabaquismo, diabetes mellitus, baja ingesta de fibra en los alimentos, así como consumo desmedido de carnes rojas y embutidos. Por otro lado, el avance en las técnicas de detección que permiten el diagnóstico más temprano en mayor número de personas y finalmente, la mayor longevidad comparada con generaciones pasadas tanto en hombres como en mujeres, han contribuido seguramente a manifestar con mayor frecuencia este tipo de enfermedades malignas.
Más del 70% de los tumores malignos se localizan en el colon distal y recto y 75% de los casos ya diagnosticados se presentan en individuos sin antecedentes hereditarios o familiares, en lesiones pre malignas denominadas pólipos (adenomas), que por razones que no se comprenden del todo sufren una serie de cambios a nivel celular hasta la aparición de carcinoma ( proceso adenoma-carcinoma).
Después de una etapa clínica silenciosa de duración variable (dependiendo de la velocidad de crecimiento, estirpe histológica y localización) comienza con signos y síntomas inespecíficos que pasan desapercibidos o se confunden con otras entidades clínicas por lo poco característicos. Si bien son manifestaciones clínicas que ocurren en muchas enfermedades benignas del intestino grueso, al conjuntarse pueden considerarse como signos de alarma de neoplasia intestinal como sangrado al evacuar, pérdida de peso de causa inexplicable, cambios en el patrón de la defecación de forma aguda (adelgazamiento de las heces, pujo, sensación de evacuación incompleta, tenesmo rectal), dolor abdominal, anemia o sangre oculta en heces en un adulto de la quinta década de la vida y/o con antecedentes familiares.
Aunque existen diversos métodos de sospecha diagnóstica, la colonoscopia sigue siendo el método de primera línea para la búsqueda intencionada de cáncer colorrectal, ya que además de permitir la toma de biopsias de una lesión en la luz colorrectal confirmando o descartando el diagnóstico, también tiene aplicaciones terapéuticas en caso de pólipos o lesiones pequeñas y superficiales sin necesidad de realizar una cirugía tradicional.
Es así, que al resecar estas lesiones benignas mediante colonoscopia es posible prevenir en muchos casos la etapa final del proceso adenoma-carcinoma.
El tratamiento temprano estará relacionado con una mayor sobrevida, siendo para las primeras etapas de la enfermedad hasta del 90%, o en etapas avanzadas menor al 5% de sobrevida a 5 años. También el diagnóstico y tratamiento oportunos, podrán establecer en muchos de los casos a consideración del médico tratante, la cirugía como único tratamiento (sin terapia adyuvante) y con propósitos curativos, lo cual trae menor co- morbilidad al paciente, así como menor estancia hospitalaria y menor empleo de recursos económicos en la atención de la enfermedad.
Por todo ello, es indispensable lograr que la información al respecto del cáncer colorrectal sea parte de los objetivos de toda unidad hospitalaria, para crear conciencia colectiva de la atención temprana aún sin existir sintomatología de por medio, ya que como en la mayoría de las enfermedades malignas, hay una etapa silenciosa ausente de signos y síntomas que no necesariamente corresponden a ausencia de enfermedad.